Yo pensaba que el amor era una terquedad, una obstinación de mis deseos
racionalizados, a puro sexo, a puro dolor. Hoy que escribo estas confesiones
ultrajadas en la madrugada, la que anoche me curo la fiebre, hoy me perdona la
torpeza, de cortejarla para cogerla y amarla sin querer. Amarla como Roma a la
riqueza. Amarla como un Cesar antojado de sangre, ama las guerras. Cuan lejos
puede llegar un hombre con una bella dama que lo ama como el oro a Roma y la
sangre los pies del Cesar.
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